Si Petete, el ilustrado pingüino de los programas infantiles argentinos, viviera hoy en la remota Patagonia se sumaría a los esfuerzos de cientos de miles de congéneres magallánicos por adaptarse a los indicios del cambio climático y buscar alternativas para su supervivencia.
Hasta Punta Tombo, en la Península de Valdés, la mayor colonia del mundo de pingüinos magallánicos, empiezan a llegar las consecuencias de las acciones del hombre sobre la naturaleza.
Los científicos han advertido mermas en la población de la colonia y nuevos hábitos en los animales, que arriban cada año por cientos de miles, entre septiembre y abril, para reproducirse.
En la última década, la colonia se ha reducido a un ritmo del 20 por ciento, hasta las 200.000 parejas de este año, explica a Efe el investigador Pablo García Borboroglu, del Centro Nacional Patagónico-Conicet.
Además, apunta, en los últimos 20 años se ha detectado que, en promedio, se alejan unos 40 kilómetros de sus emplazamientos tradicionales para buscar comida.
"Se están alejando, los cambios oceanográficos hacen que la comida no esté disponible en el mismo lugar", explica este investigador, que basa sus conclusiones en el seguimiento de 57.000 individuos anillados.
Los animales se desplazan hacia el norte, un fenómeno que desconcierta a los expertos porque, como apunta García, "con el cambio climático uno esperaría que fueran al sur".
Las causas aún no pueden determinarse pero, según García, se atribuyen al calentamiento global que provoca alteraciones graves, como ocurrió el pasado año, cuando los pingüinos dejaron la Patagonia en dirección a Uruguay y terminaron cerca del Ecuador en una "emigración extrema" que provocó la muerte de entre 5.000 y 6.000 animales.
"Parece que donde deberían haber encontrado su alimento hubo una anomalía térmica, con temperaturas más bajas de lo normal, y tuvieron que seguir", apunta.
"Nunca en los últimos 30 años se había dado algo así", asegura el investigador, que admite que esta temporada presenta indicios "raros", aunque no preocupantes.
"Los pingüinos han llegado más tarde y les ha costado más reproducirse, pero los pichones se ven bien", continúa.
"Lo que más nos desconcierta es la incertidumbre", sostiene, con lluvias torrenciales o subidas bruscas de temperatura que obligan a los animales a acercarse a la costa y descuidar sus nidos.
La muerte de las crías provoca, a su vez, transformaciones en las colonias ya que el pingüino magallánico, que puede vivir hasta 30 años, es monógamo pero tiene "tasa de divorcio".
"La principal causa de separación se produce cuando las parejas no consiguen sacar adelante a los pichones y buscan nuevos ejemplares para procrear", explica García.
Pero no sólo los pingüinos acusan el cambio. El desarrollo de los centros urbanos y el aumento de los desechos pesqueros ha multiplicado la población de gaviotas y sus ataques a la ballena franca austral.
Todavía se puede medir el impacto de este comportamiento, admite el especialista Guillermo Caille, que subraya que la temporada de ballenas se ha adelantado en la Patagonia y empieza en mayo, tres meses antes de lo habitual.
Una alteración que este experto de la Fundación Patagonia Natural atribuye a un intento de los animales por recuperar las áreas de reproducción históricas perdidas por la cacería indiscriminada del siglo XIX y buena parte del XX.
"Lo mismo ocurre con los lobos marinos, cazados hasta finales del siglo XIX, que ahora están en aumento y crecen sostenidamente", agrega.
Para Caille, los efectos decisivos del cambio climático se dejarán sentir en la región a medio plazo y lo más preocupante será el aumento del nivel del mar y el calentamiento del agua, que ahora está al menos un grado por encima de la media histórica.
"Hay macroseñales que indican que en 10 ó 20 años se pueden esperar cambios en los patrones de distribución de las especies", admite.
A su juicio, "hay que hacer una reflexión, quizá somos nosotros lo que estamos generando este fenómeno, cuando uno rastrea el fondo de estos cambios siempre hay algo en lo que tenemos una responsabilidad".
También para Pablo García hay responsabilidad del hombre y es necesario concienciar a la sociedad y educar a las comunidades próximas a las colonias de animales.
"Si logramos combinar el interés de la comunidad con la defensa de los animales, todos ganamos", concluye. (EFE)
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Hace 14 años
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